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JRMora humor gráfico diario

14/2/09

LAS AVENTURAS DE MOTOMÁN: DESAPARICIÓN DE LA PRUEBA

CAPITULO IV (Desaparición de la prueba)

No era normal y la señora de Quijano empezaba a mostrar signos de inquietud, más bien de cabreo, pasaban veinte minutos de las dos y las pizzas no llegaban. A las cuatro y media había quedado con Piluca, Vero y Blanca -compatriotas suyas-, para la partida de bridge, aún tenia que hacerse las uñas, la toga y pintarse y ni siquiera había empezado a comer. De modo que tomó cartas en el asunto:

- Ernesto Carlos, hacé el favor de ubicar al pizzero. Tenés el número del celular sobre la mesita. Apresuráte.

El señor Quijano, conocedor experimentado –28 años de matrimonio dan para mucho- del grado de enfado de su mujer -por el tono de su voz y por que en esas ocasiones marcaba exageradamente su acento porteño-, localizó el papelito donde estaba anotado el número y marcó.
La ambulancia había quedado aparcada en el arcén a tres o cuatro metros de la grúa –un destartalado Land Rover ciento nueve corto de cabina separada- que vino a recoger lo que quedaba del Scarabeo, de modo que después de asistir al accidentado en el lugar en que lo encontraron, trasladarlo en la camilla hasta el vehículo y acomodarlo, el sanitario jefe se quedó en la parte trasera y Carlitos, el chofer, arrancó el motor e inició la marcha atrás para poder maniobrar esquivando al gruista que andaba trasteando, con las manos llenas de motzzarela y tomate, los restos de lamoto.

- Dos extraños son....los que se miran. Dos extraños son...

Casi inmediatamente Carlitos alargó la mano derecha buscando el móvil de donde procedía la melodía.
Después de recogerlo del suelo, mientras se dirigía hacia el accidentado, en lugar de entregarlo a los Cuadrantes azules, distraídamente, se lo había colocado en el bolsillo del chaleco reflectante, y al subir a la ambulancia lo había dejado en el salpicadero.
Sin dejar de acelerar, marcha atrás, apretó la tecla verde del móvil y se lo acercó a la oreja.

- ¡¿Diga?!

Y lo único que pudo oír fue un tremendo golpe que provenía de la parte trasera de la ambulancia, el teléfono se le escapó de las manos mientras su cogote se hundía en el reposacabezas.
Había destrozado la caja blanca con el lateral trasero derecho del coche, pasando la esquina del mismo por los únicos dos metros en muchos kilómetros en que no había contenerutas.
Eliminada así toda posibilidad de obtener alguna pista sobre la causa de su metamorfosis, Lucero y Zzzzsssst, como movidos por una única voluntad, se dirigieron con gesto cómplice hacía la grúa, dispuestos a subirse a ella en cuanto iniciara la marcha.

Algo les decía que debían hacerlo, para así, poder reunirse con Jacin.

Continuará...

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