OLGA y sus fantásticos mariscos
La Guardia
Y llegó la sorpresa…, ella, personalmente nos recibió como recibe a todos sus clientes preguntando en voz muy alta nada más entrar…vosotros ¿sois de derechas verdad?, si es así, bienvenidos, a continuación, pasmados por el momento, desfilamos como toda su clientela, hacia su particular santuario, presidido por incontables fotos y recuerdos de Franco.
Una vez sentados,observamos que no existe carta de platos de ninguna clase y allí se come lo que la señora y el stock de mariscos y pescado deciden. Las langostas que devoramos, perfectamente cocidas, junto a un magnífico bogavante, que pasearon vivos por nuestra mesa antes de ser cocinadas, son las estrellas del restaurante. La salsa de la casa que acompaña a estas exquisiteces es la mejor vinagreta natural, con aceite de oliva, huevo, pimiento y cebolla. El menú lo completamos con un rape inigualable acompañado de unas patatas de las que no quedó rastro alguno. El postre estuvo compuesto por un surtido de tartas (de mirabeles, de almendra y no se cual más) y unas “cañitas” con crema.
Con las botellas de ribeiro que liquidamos sin contemplaciones y el orujo de café que nos acompañó hasta el último momento, reímos y pasamos una velada que estamos seguros será difícil olvidar.
Uno de los rincones del restaurante
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