SI LA ENVIDIA FUERA TIÑA, TIÑOSO SERÍA.

La historia de los hombres está llena de envidiosos, desde Caín hasta nuestros días.
Dicen que el virus de la envidia es más dañino que el de la gripe, el de la varicela o el de cualquier enfermedad vírica. Es un sentimiento, o lo que quiera que sea, destructivo que te posee cuando menos lo esperas.
Empiezo a estar preocupado, sin duda tengo muchos defectos, muchos..., pero hasta hoy creo no haber sido envidioso, no he entendido la envidia. En el mundo animal no existe, excepción hecha del mundo que habitamos los a veces mal llamados seres humanos. Los sabios animales nos dan lecciones en todo. No imitamos a la naturaleza, a los seres que la pueblan, nos imitamos a nosotros mismos, imitamos lo peor de lo que somos capaces.
Al envidioso, las victorias de los otros le incomodan.
Leyendo una simple noticia, me siento poseído por un sentimiento vergonzante que revela alguna deficiencia sentimental, probablemente una tara psíquica, me siento mezquino, rencoroso, pérfido y cobarde… No me reconozco. Lloro cuando en el pueblo vecino ríen, sufro cuando ellos disfrutan.
¡Joder! con el maldito sentimiento, ha de ser terrible vivir a él atado todos los días del año.
Iré al Lluch, a oir que me dice…