LAS AVENTURAS DE MOTOMÁN: TOMA DE CONCIENCIA
Galécrates miró de reojo el reloj que presidía la salita de la cafetera, la que usaban para tomar un refrigerio en las largas y estresantes guardias nocturnas, dio un último sorbo al cortado ya frío, y cuando se disponía a tirar el vaso de plástico a la papelera, lo oyó. Acababa de entrar una ambulancia en la recepción de urgencias, con la sirena conectada. ¡Joder!, por diez minutos. Pensó para sus adentros. Era la tercera vez que esta semana se veía obligado a alargar su guardia.
Apresurado y con semblante circunspecto salió al encuentro de los asistentes sanitarios, topándose con la camilla que hacían avanzar por el pasillo de los box.
Apresurado y con semblante circunspecto salió al encuentro de los asistentes sanitarios, topándose con la camilla que hacían avanzar por el pasillo de los box.
- Informe. Dijo, dirigiéndose al sanitario. - Un motorista, politraumatismos múltiples, ha hecho un paro durante el traslado. Lo veo muy mal, este pringa.
Galécrates, ignorando la frase final, se extrañó de la apacible e inmaculada apariencia que presentaba el semblante del accidentado, pero siguió caminando ligero junto a la camilla, al tiempo que bajo la sábana verde tomó la muñeca del accidentado para comprobar su pulso. Parecía latir acompasadamente. Al llegar al quirófano de urgencias, dos enfermeras los estaban esperando con todo el equipo dispuesto, y una de ellas, la que parecía ser mas veterana, se dispuso a relatar al Dr. Hipono el informe de ingreso al tiempo que Galécrates apartaba la sábana dispuesto a actuar.
Después de tan solo tres minutos de inspección, y mientras el equipo –El Dr. Hipono, las dos enfermeras y los dos sanitarios de la ambulancia, llamados a propósito-, debatía que narices era aquella broma, Jacinto despegó sus párpados, miró a su alrededor y sus ojos fueron a clavarse en la plaquita de plástico que Galécrates lucía prendida de su bata verde.
- Dr. Galécrates Hipono Usart, Traumatólogo. Leyó de corrido mientras empezaba a recordar. Los sanitarios se deshacían en explicaciones sobre el accidente y el estado en que encontraron a Jacin, que estaba tendido en el carril contrario al que circulaba y en una postura imposible. Había recorrido mas de setenta metros, atravesando la mediana de la autopista y el tupido seto de adelfas, sangraba abundantemente por la cabeza...
Jacin, oía las explicaciones e inconscientemente iba asintiendo, pues empezaba a recordar lo ocurrido. Poco a poco fue comprendiendo la situación. No sabía la causa, pero ya empezaba a saberse poseedor de algo especial, de algo único, extraordinario y poderoso, de algo –eso no lo sabía- que iba a ser la peor pesadilla de Pedro Nadetarro y la nefanda DGTR.
Continuará…
Continuará…
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