PLATJA D'ARO: PROHIBIDO PISAR EL CESPED

Pobres Jorgito, Lluis, Toni y Manel, todos ellos amiguetes entre 7 y 9 años. Acaban de recibir un cachete traicionero de su excelentísimo y cada vez más lejano consistorio municipal.
Se les presenta un nuevo escenario, en el que entretenerse jugando en la plaza que hay frente a su casa, deja de ser una feliz aventura compartida con balones, insectos, plantas, meriendas y mediamangas mangoteros, y se convierte de la noche a la mañana en un acto incívico, una fechoría, casi un delito.
Pobres criaturas, conocer el nombre del intransigente que ha maquinado la retorcida prohibición no me va a beneficiar en absoluto, al contrario.
¿Qué harán ahora estos mozalbetes para pasar la tarde?
¿Se acercarán al polideportivo de la plaza de Europa, con el peligro que supone atravesar la barrera perpetua de adolescentes “liapetas” que pasan horas y horas conspirando en las escaleras?
¿Cometerán la locura de acercarse a la biblioteca municipal con el riesgo que conlleva ser víctima de las miradas deshonestas y comentarios lascivos de los delincuentes habituales que se dopan y acampan a diario a escasos metros? (Esta popular característica de nuestra biblioteca es conocida sobradamente por casi todo el pueblo, podría ser una de las causas del porqué siempre está vacía, solo las autoridades la desconocen).
¿Pedirán dinero a sus respectivos padres para poder disfrutar de los encantos del centro cultural Magic Park?
¿Pasarán la tarde frente al televisor jugando con la destruyecerebros Play?
Pobres nanos.