EL ÚLTIMO TRASTAZO

Pues hoy, una de Mortadelo y Filemón.
Ayer tarde, llegábamos a casa después de una larga charla con el “precep” escolar de mi movido retoño. Con éste, discutíamos en armonía, la nueva táctica para llevar el tema estudio lo mejor posible, sale de una crisis (notas de infarto) y hay una nueva configuración con otras formas y horarios.
Vale, pues antes de entrar el carruaje en el garaje, veo un par de preciosas naranjas caídas de un frondoso frutal que cuido, mejor dicho, mimo desde hace quince o diecisiete años. Cavilo recogerlas en cuanto pueda…
Los genes catalanes pueden lo suyo y no está la cosa pa…
Mi patrona entra, aparca, bajamos, nos da unas pautas, cargamos los bártulos y es entonces cuando dilata la vena de aprovechante. Voy a por ellas, tatííí tatííí tatííí.
Ando tres o cuatro pasos pensando en no se qué, cuando ¡CATACROC! ¿Y? .... me veo en el suelo de un basculante puertazo que me recuerda al instante las fantásticas viñetas de Ibáñez.
Jodeeeeer, que castañazo, igual que a Filemón, pensé en aquel momento memorable, me dio hasta la risa.
Lo que me decepcionó fue como continuó la historieta. En el TBO cambian de página o de ropa y todo solucionado. En cambio en mi Pulgarcito… la patrona se subió por las paredes (se asustó al verme en el suelo “ssshorreando” sangre), no digamos el sobresalto del vástago, que vio la “peli” en directo. Luego, súbete otra vez al carro y ámonos pa urgencias. Por cierto, no es como en la tele, ninguno de los médicos se parece a Hause. Tampoco la enfermera, que me cosió el roto con cuatro puntotes, fue “la Venus del campus”, ni llevaba minifalda, ni enseñaba canalillo, en fin, un fraude. Te preparan, te ilusionan, y luego…cuando llegas…, no aparece el galeno, la enfermera, la pobre, es como es, y a ti, pues te olvidan por ahí.
Pero… ¡juasjuas! , recuerdo el flash y me vuelve a dar la risa. ¡¡Menuda hostia!!