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JRMora humor gráfico diario

10/4/07

EL MITO JOSHUA BELL Y SU STRADIVARIUS, ABSOLUTAMENTE IGNORADOS EN WASHINGTON


El estuche que recoge los dólares-limosna del violinista de Indiana Joshua Bell, es el de un Stradivarius de 1713 valorado en más de tres millones de dólares, instrumento que con un solo arañazo vería roto el sonido que sale de sus cuerdas. Está en el suelo de una de las más concurridas estaciones del metro de Washington en hora punta. La gente deja caer en él billetes de 1 $ y monedas de 25 centavos…, como si su propietario fuera uno más de los muchos músicos callejeros que pueblan el metro de la capital de Estados Unidos.
Nadie sabe que el sonido proviene de un violín valorado en más de tres millones de dólares. Nadie sabe que quien toca es uno de los mejores violinistas del mundo. ¿Qué está pasando? Dios mío, ¿Qué hace Joshua Bell, con vaqueros, camiseta de algodón y gorra de béisbol a la entrada del metro de L'Enfant Plaza, en pleno corazón de Washington? ¿No había colgado Bell el cartel de "no hay entradas (de a 100 euros la más barata)" hacía pocos días en su último concierto en Boston?.
Lo es. Se prestó al "experimento" realizado por el diario The Washington Post. ¿Pasaría inadvertido uno de los mejores violinistas del mundo tocando en plena hora punta en el metro de Washington? La respuesta ha sido más que triste, tristísima: sí.
Bell estuvo tocando piezas maestras durante 43 minutos. 1.070 personas pasaron por delante de él. Sólo siete se quedaron algo más de un minuto a escuchar y a observar. La reacción del personal fue de total indiferencia. Sólo 27 personas le dieron dinero al violinista. En total, almacenó en la funda de su Stradivarius, 32 dólares y algo de calderilla. "No está mal", bromeó, "casi 40 dólares la hora... podría vivir de esto. Y no tendría que pagarle a mi agente".
Tan sólo una mujer le reconoció. Stacy Fukuyama (Sra. culta japonesa), llegó al final de su actuación. No lo dudó ni un segundo. Le había visto hacía tres semanas en un concierto. Y se quedó mirando, hasta que la última nota salió del Stradivarius. "Ha sido lo más impactante que he visto en Washington", reconoce. "Joshua Bell estaba allí tocando en hora punta, y la gente no se paraba, ni siquiera miraba. ¡Incluso le echaban monedas! . Lo que más extrañó a Bell, sin embargo, fue que al final de cada pieza no pasaba "nada". Nada. Ni un bravo, ni un aplauso. Sólo silencio.
Estamos "arreglaos".

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