LA BOTIJERA
Frunciendo el cejo, entra la señora, cabello tintado de suave color rojizo, media cabellera más corta que larga, baja, gorda de forma ovalada, cuello ancho, corto, imagen poco agraciada, interpretando su papel con bastante desacierto.
Velozmente pasea la mopa por donde ve la suegra, respetando la intimidad de todos los rincones, desplazando de un lugar a otro los tropiezos encontrados y recogiendo sólo los visibles a distancia. Sale igual que entró.
Vuelve con un paño para recoger el polvo, y en pocos segundos, cubierto el expediente de pasear la tela, desaparece, se esfuma.
Pasados varios minutos y una vez recuperada la calma en la habitación, aparece de nuevo pero esta vez comentándole al vacío en voz altísima, “Hoy ase musho frío, vaanevá “, sin pausas en su conversación me expulsa sin contemplaciones.
Desde el pasillo, observo sin proponérmelo como a la misma velocidad repite la operación de la mopa, pero con la fregona.
De su rebuzno final, deduzco sus palabras de despedida, “ Daquíunrato se pueentrá “
En el pasillo del hospital, junto al acompañante de otro enfermo, no podemos contener la risa, que nos vino muy bien.