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JRMora humor gráfico diario

17/1/09

LAS AVENTURAS DE MOTOMÁN: MOSQUIMOTO

CAPITULO II (La segunda mascota)

Durante esta época del año, y particularmente durante las horas de más calor, no había manera de distinguir lo comestible de lo que no lo era. La canícula veraniega homogeneizaba la temperatura de todas las cosas, las alimenticias y las otras, de modo que Zzzzsssst, desde el momento en que el sol empezaba a apretar, y hasta bien entrada la tarde se dedicaba a vagabundear sin rumbo, inmerso en pensamientos de tipo filosófico, metafísico, o cualesquiera otros que lo tuvieran entretenido, con el fin de mantenerse ajeno a los requerimientos de su estómago.
En ese momento se entretenía viendo avanzar por delante de él, y a unos tres metros de distancia, un objeto curiosísimo que emitía un zumbido tintineante que se le antojaba simpático y cercano. Desde su posición, unos ciento cincuenta centímetros por encima del objeto, podía distinguir una especie de caja roja acabada en una esfera amarilla de la que salían unos brazos a derecha e izquierda que sujetaban algo. Detrás de la caja, metido en una especie de cesta y asomando la cabeza, había algo que le recordaba un tipo de comida familiar.
Le resultaba familiar porque tenía experiencia en intentar comer cosas como esa. Era muy difícil, a veces se conseguía, pero era muy difícil, había que apartar gran cantidad de hilos malolientes, e incluso competir con otros comensales antes de poder instalar la maquinaria de succión.
Súbitamente el objeto que observaba realizó un quiebro hacia la izquierda, Zzzzsssst, absorto como estaba en sus pensamientos dio un respingo casi reflejo y se vio inmerso en el más salvaje de los huracanes que jamás hubiese podido imaginar, al tiempo que una gigantesca muralla metálica que corría como si la persiguieran mil demonios, tapaba completamente el sol por su costado izquierdo.
Sudó tinta roja maniobrando los flaps y el timón de cola, y le costó horrores mantener el morro alto para evitar entrar en barrena –no era plan acabar como una minúscula mancha que ni siquiera sería roja (no había comido desde ayer), en el asfalto-.
Cuando creyó tener controlado el vuelo y pudo volver a mirar hacia delante para arrumbar, vio reflejada en los ojos del peludo alimento con orejas que viajaba metido en la cesta, una intensa luz, que milésimas de segundo más tarde fue a impactar en sus propios cientos de ojos.
Zzzzsssst, no lo sabía, pero iba a cambiar de nombre.
Había nacido Mosquimoto.

Continuará...

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